Las Marcelinas

las marcelinas

No podía dejar pasar la ocasión de lanzar un dardo envenenado ante el espectáculo al que estamos asistiendo en el teatro de la política actual, donde lo más importante, al parecer, es el reparto de cargos y prebendas. Recuerdo que, durante el curso de Estado Mayor, hace ya más de treinta años, uno de los alumnos invitados, un comandante perteneciente a un país suramericano, pidió permiso para ausentarse tres días y volar al otro lado del atlántico, cuando apenas quedaba una semana de clase; la explicación que dio fue que, en esos días, en el Cuerpo Armado al que pertenecía se hacía “el reparto”. Sigue leyendo

 Cláusulas leoninas

Las cláusulas leoninas se darán por no puestas, así de contundente rezaba un aforismo jurídico que se estudiaba en derecho civil al tratar de las obligaciones y contratos. La frase es de las que se te quedan grabadas y te vienen a la memoria a veces como cuando ocurre algo como lo del otro día, que un determinado colectivo ha criticado la donación hecha por Amancio Ortega de una cantidad grande de dinero a la seguridad social para modernizar material sanitario empleado en la lucha contra el cáncer, …. se darán por no puestas, no cabe otro comentario ante la estulticia. En realidad, esta entrada del blog la iba a llamar por delante y por detrás, pero no he resistido la tentación de aportar un grano de arena a dos noticias de actualidad en las redes, una la ya mencionada de la crítica al patrón de ZARA, otra la de la valentía de Ignacio Echevarría, asesinado en Londres por defender a una mujer del ataque salvaje de unos terroristas, ambas muestran hoy las dos caras de la moneda, la ruindad y la nobleza. La intención original, como les decía, era hablar de las espaldas. Sigue leyendo

Cicatriz en la mirada

el silencio en la posmodernidadSi hay un producto que gana al sexo como el más vendido de la historia es el conjunto completo de sucedáneos, la infinita variedad de lenitivos de la verdad que compramos en todas sus formas. Lo saben los políticos, los sacerdotes, los curanderos, los dueños de los casinos y los publicistas. Los humanos queremos vivir en la mentira, refugiarnos entre sus cálidas paredes edificadas sobre arena, y somos capaces de matar para evitar que nos saquen de la protección que nos ofrecen. Pagamos por la esperanza de obtener libertad, vida eterna, remedio contra el cáncer, tres cerezas en la máquina tragaperras y abdominales perfectos —¡sin esfuerzo, con solo cinco minutos al día! —. Cuando caen las lluvias, se precipitan los torrentes y soplan los vientos que derrumban la mentira, entonces… nos buscamos otra. Reflexionar sobre tu pareja en la soledad de madrugada tras un día emocionalmente extenuante es parecido a echar pedazos de carne ensangrentada en un agua infestada de pirañas. Los pequeños gestos y los detalles minúsculos que desechas en el día a día se colocan bajo el microscopio y se engrandecen. Una mirada de fastidio se vuelve de desprecio, un comentario amable se interpreta manipulador, una buena intención se transforma en cálculo, el piropo se torna en adulación. Lo ordinario se vuelve obstáculo, como un cajón que sobresale y no hay manera de volver a colocarlo de nuevo. Lástima que el mal se haga todo junto y el bien se administre de a poco.  Sigue leyendo